miércoles, 24 de septiembre de 2008

Tú que estas viviendo


Du Levande se llama esta película en el idioma original (sueco), pero el título ha sido traducido a varias lenguas. En inglés se conoce como You, the living y en Argentina La comedia de la vida. En este último lugar se ha estrenado el pasado 4 de septiembre. De momento no ha llegado a España aunque en algunas páginas de cine se está anunciando como próximo estreno. Seguramente se titule Tú que estás viviendo.


El film es sueco, del director Roy Andersson que es más o menos conocido en el mundillo del cine independiente europeo actual. En su país natal es muy alabado y se le compara con Kubrik, aunque bueno, la relación es casi nula y en todo intento de comparación acabaría perdiendo Andersson.


Du Levande ha ganado numerosos premios y se ha presentado en distintos festivales como el de Cannes, Londres o Chicago. La dirección se supone que es el mayor logro de esta película.


Si hablamos del guión, debo confesar que la película carece de argumento. Uno detrás de otro se suceden 50 cortos que cuentan una pequeña historia de un personaje distinto cada vez. Todas las escenas tienen algo en común. Por un lado están los focos fluorescentes que se ocupan de la iluminación, creando así una atmósfera gris e incolora. La cámara siempre es fija, se sitúa en un lugar y no se mueve ni utiliza ningún otro recurso. Cuando se cambia de historia, vuelta a empezar.


Los personajes que aparecen son irreales y absurdos (en el buen sentido de la palabra). Han desarrollado actitudes solitarias o incomprensibles ante los demás y así se encuentran solos y sin amor. El mundo que recrea Andersson es onírico, surrealista. La sociedad ha perdido el alma, se sustenta del trabajo y la alienación y sólo algunos nostálgicos prefieren crear lazos afectivos. De esta forma, mediante el onirismo y el esperpento, se intenta consolidar un ambiente sugestivo y subjetivo que evoque algo en el espectador.


Si les digo la verdad, no lo he entendido. Muchos pensarán que detrás de cada incoherencia se esconde un sentido metafísico y metafórico que sólo el director y unos pocos más pueden entender. Siempre queda la duda de si somos tontos los espectadores que no comprendemos. Muchas veces he pensado que sí, pero en este caso comprendo que entender esta película requiere demasiada fantasía e imaginación.



Todo está representado con mucho humor negro, sordidez y lámparas de IKEA. De vez en cuando, alguna ilustración del Quijote colgada en la pared hace un guiño al padre de la parodia. Algunos gags que se ilustran son realmente buenos, de verdad. Muy ingeniosas e inteligentes resultan algunas escenas, siempre absurdas, pero graciosas. También, algunas imágenes disparatadas acumulan una gran belleza. Aunque sólo sea por eso, el visionado del filme puede no ser una pérdida de tiempo.


La ironía, según he leído en periódicos, existe; pero yo todavía no la he encontrado. El carácter aburrido, monótono, gris y frío de los escandinavos se enseña de forma exagerada para así crear situaciones divertidas. Es por eso que a los nórdicos les encanta Du Levande, pero en el resto del mundo no se ha entendido bien ese humor plastificado.


El guión hay que admitir que es innovador. Esa estructura tan bizarra y algunos recursos postmodernos hacen que Du Levande sea bastante novedosa en cuanto a cinematografía. Pero no voy a caer en el craso error de alabar todo lo nuevo por el hecho de ser moderno. Una película debe tener mucho más que algún disparate contado de forma totalmente distinta a lo antes visto.


La primera media hora que es la que sumerge al espectador y le explica la estructura impactante y cómica. El problema es que quizás, se habría podido condensar toda la fuerza narrativa y visual en menos metraje; pero al forzar la hora y media de duración, la película en varios momentos llega a aburrir.


El reparto coral deja a los actores en un segundo plano. Alguno se desenvuelve con más gracia que otro, pero nada reseñable; y de todas formas, no me acordaría de sus nombres suecos.


No sé si llegará la película a España. Si llega, sólo se la recomendaría a amantes del cine nórdico y a espectadores con una capacidad artística y filosófica superlativa.

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