sábado, 25 de septiembre de 2010

Chloe


Llega con retraso, como viene siendo habitual, la última película del inclasificable Atom Egoyan. El director se ha hecho con un hueco entre las estrellas de la industria independiente gracias a historias hipnóticas donde priman las emociones. La película con la que alcanzó el reconocimiento internacional fue El dulce porvenir: bellísima. Si quieren iniciarse en su filmografía, ése es un buen punto de partida.

Junto a éxitos importantes, Egoyan ha sorprendido también con productos más mediocres. En este caso,
Chloe, es un remake de Nathalie X, película francesa que pasó sin pena ni gloria por nuestra cartelera hace unos años. Personalmente, no he visto la original así que me baso únicamente en el trabajo de Egoyan a la hora de hablar de la película.

El talento del director se muestra inalterable desde los primeros planos. Los
detalles de la vida cotidiana se suceden unos a otros con gran interés. Dando esto por hecho, que es el principal interés del filme, la historia se pierde en su propia inverosimilitud, carece de sentido alguno. Los giros del guión se suceden de forma caprichosa y aún así la trama termina cayendo en la previsibilidad. El personaje de femme fatale está ya muy trillado, y por mucho que se disfrace el tema de novedad, la temática se vuelve fantasiosa.

Los actores protagonistas cumplen con creces su trabajo. Como siempre,
Julianne Moore no defrauda. Ni tampoco Liam Neeson. Amanda Seyfried no me convence para nada, pero me alegra ver que de vez en cuando es capaz de cambiar de registro.

La banda sonora es un elemento indispensable en el cine sensorial de Egoyan, y en
Chloe no podía fallar. Pese a que el resultado es excesivamente irregular, algunas escenas por separado consiguen emocionar y están muy trabajadas. Una pena que en conjunto sea más bien irrelevante, con un afán escandalizador algo patético.

domingo, 12 de septiembre de 2010

El americano


The American, dirigida por el célebre fotógrafo Anton Corbijn y protagonizada por George Clooney llega a la cartelera nacional después de haber alcanzado el número uno en taquilla en Estados Unidos. Tengo la sensación de que todos los americanos que han ido a ver la película compraron la entrada pensando en otro tipo de producto. El cartel engaña.

Anton Corbijn me fascinó con su ópera prima, Control, donde recreó la vida de Ian Curtis. Esta vez se ha decidido por un thriller muy alejado de su anterior trabajo. Evidentemente, queda patente el sello personal del director. Cada plano está medido milimétricamente. Se nota su pasado como fotógrafo.

La idea de la trama es buena. Un mercenario en horas bajas decide esconderse en un pequeño pueblo de los Abruzos en busca de una nueva vida antes de que le encuentren las sombras de su pasado. El problema es que la trama no consigue estar a la altura del planteamiento inicial. Por un lado, el ritmo lento impide el clímax en las escenas de acción. Por el otro, los símbolos (mariposa, el hombre misterioso) que pretenden otorgar algo de originalidad son muy pedestres. Y lo peor de todo son los diálogos. Patéticos. Entiendo que el guionista quería retratar a los personajes con muy pocas palabras, pero no lo consigue. Reducir tanto las conversaciones hace que no te creas nada de la película, que sea todo muy poco natural.

El resultado final es tan irregular que termina por naufragar en tierra de nadie. Pero tiene cosas buenas. La banda sonora es magnífica. Y el paisaje queda fotografiado con gran maestría. George Clooney, actor protagonista y productor, está correcto. Al menos mucho más que sus compañeras de reparto, que se encuentran a la altura de un telefilm. Tampoco se pueden pasar por alto los guiños al público -más o menos evidentes- como la referencia al western o el “We no speak americano”. Imprescindible la versión original. No quiero ni imaginar cómo serán las voces dobladas imitando el acento italiano.

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miércoles, 8 de septiembre de 2010

Cartas a Julieta

Una nueva comedia romántica. Estadounidense. Protagonizada por Amanda Seyfried, plagiándose a sí misma en el papel de tonta-ñoña. A esto hay que añadir las burdas referencias a Shakespeare (véase el título) y el hecho de que esté ambientada en la Toscana.

Con estas líneas generales, nadie en sus cabales es capaz de pensar que la película merezca la pena. Pero también llama la atención positivamente la inclusión en el reparto de Vanessa Redgrave y Gael García Bernal. La primera, fantástica actriz, consigue dar a su personaje una profundidad muy alejada del resto de protagonistas. Me encanta su mirada serena y su pausada forma de hablar. De Gael en cambio no puedo decir lo mismo. El mexicano parecía saber escoger sus proyectos. Esperemos que ésta sea la excepción que confirma la regla, porque probablemente nos encontremos ante el peor papel de su carrera. Repite los mismos gags sin gracia continuamente. No puedo soportar su hiperactividad a la hora de hablar y de moverse.

Las imágenes idílicas de la Toscana, a través de viñedos y de ciudades como Siena, Livorno o Verona no pasan del clip de agencia de turismo. Era de esperar. Como también es de esperar que la película sea tan previsible y excesivamente inverosímil.

De todas formas, uno se acostumbra fácilmente a este tipo de productos de consumo. Los continuos ataques a la inteligencia no están reñidos con la capacidad de entretener. En el fondo, puede llegar a enganchar en una tarde de domingo. Se pasa con rapidez, gracias a una correcta banda sonora. Eso es todo lo bueno que se puede decir: no se hace demasiado larga.



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