sábado, 25 de septiembre de 2010

Chloe


Llega con retraso, como viene siendo habitual, la última película del inclasificable Atom Egoyan. El director se ha hecho con un hueco entre las estrellas de la industria independiente gracias a historias hipnóticas donde priman las emociones. La película con la que alcanzó el reconocimiento internacional fue El dulce porvenir: bellísima. Si quieren iniciarse en su filmografía, ése es un buen punto de partida.

Junto a éxitos importantes, Egoyan ha sorprendido también con productos más mediocres. En este caso,
Chloe, es un remake de Nathalie X, película francesa que pasó sin pena ni gloria por nuestra cartelera hace unos años. Personalmente, no he visto la original así que me baso únicamente en el trabajo de Egoyan a la hora de hablar de la película.

El talento del director se muestra inalterable desde los primeros planos. Los
detalles de la vida cotidiana se suceden unos a otros con gran interés. Dando esto por hecho, que es el principal interés del filme, la historia se pierde en su propia inverosimilitud, carece de sentido alguno. Los giros del guión se suceden de forma caprichosa y aún así la trama termina cayendo en la previsibilidad. El personaje de femme fatale está ya muy trillado, y por mucho que se disfrace el tema de novedad, la temática se vuelve fantasiosa.

Los actores protagonistas cumplen con creces su trabajo. Como siempre,
Julianne Moore no defrauda. Ni tampoco Liam Neeson. Amanda Seyfried no me convence para nada, pero me alegra ver que de vez en cuando es capaz de cambiar de registro.

La banda sonora es un elemento indispensable en el cine sensorial de Egoyan, y en
Chloe no podía fallar. Pese a que el resultado es excesivamente irregular, algunas escenas por separado consiguen emocionar y están muy trabajadas. Una pena que en conjunto sea más bien irrelevante, con un afán escandalizador algo patético.

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